Os dejo este relato que realicé para un reto del grupo de Facebook LLEC, donde teníamos que narrar el primer día del fin de la cuarentena por el COVID19. 31/3/2020
#retodia1
Y llegó la hora de salir. Al abrir el portal y pisar la acera, se me llenan los ojos de lágrimas que recorren mi rostro, puta alergia. Me dispongo a bajar la calle en pos de pedir cita en mi centro de salud para que mi médico de cabecera me recete algo para la conjuntiviyis de caballo que tengo. Entro en el ambulatorio, me quito las gafas de sol, saco el número y me siento en la sala de espera.
Observo alucinado cómo un hombre de mediana edad despotrica de los médicos a causa del retraso en su turno. Otro le da la razón aprovechando para despreciar su trabajo.
Trato de entender como la gente ha pasado de aplaudirles a enfadarse con ellos. Toso por culpa de mi propia saliva y una mujer mayor se percata de mi dolencia y grita endiabladamente a la par que me da paraguazos en la cabeza. ¡¡¡Un infectado!!! ¡¡¡nos va a matar a todos!!! Salgo por patas y doy un paseo por el centro.
La calle no está tan llena como esperaba, pero las cafeterías están abarrotadas, en las tiendas no cabe un alma y los bares han tenido que habilitar las aceras para ampliar el negocio: mientras en las puertas hay mayores jugando al dominó y a las cartas en el suelo (tipo picnic), hay gente haciendo cola para entrar.
Llegando a mi casa, veo que el dueño de un bar sale a la calle, coloca un cartel, se abalanzan sobre el hombre y lo linchan. Me quedo petrificado. Cuando lo dejan en paz van calle abajo y se reparten por las colas de los otros bares. Me dirijo jacia el hombre malherido y veo el cartel: "No queda vino ni cerveza".
Tras llamar a una ambulancia y en espera de que venga, los curiosos vuelven a criticar a la sanidad por la tardanza. A los veinte minutos llegan y se llevan al hombre.
Una vez en casa reflexiono conmigo mismo. "Tenía razón, nadie ha aprendido nada de la cuarentena".
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