Mostrando entradas con la etiqueta Salvador Alba Márquez. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Salvador Alba Márquez. Mostrar todas las entradas

domingo, 21 de junio de 2020

Engracio Rodríguez: En la playa. Semana del personaje literario LLEC

Este minirelato lo escribí para un juego en la semana del personaje literario del grupo de Facebook LLEC. Había que hacerlo de un personaje propio o ajeno en no más de 200 palabras y a partir de la imagen que ilustra la entrada. Entonces no había dado a conocer a Engracio Rodríguez.
Este relatillo tiene su mérito pues lo realicé mientras esperaba a que me tocase el turno en la peluquería el día antes de casarme. Ha sido lo que he escrito con más presión y velocidad de mi vida. 11/6/2020

Engracio Rodríguez: En la playa.
Caminaba por el paseo marítimo observando la maravillosa playa. Se fijó en una señorita en topless y tropezó con una baldosa, se precipitó por la baranda y rodó colina abajo. La joven solitaria se acercó corriendo y al agacharse para comprobar el esta
do del hombre, este se levantó y chocaron cabezas quedando inconscientes, ella sobre él. Despertaron casi al unísono cuando una abuela se acercaba gritando ¡Degenerados! Y pudieron huir a toda prisa recibiendo un sombrillazo en la espalda. En plena carrera pudo ver un objeto brillando el la orilla. Se acercó, la recogió y se cortó al explotar fortuitamente. El papel ponía: "Inocente. ¿Creías que ibas a salvar a alguien?"

Engracio Rodríguez.
Personaje de relatos inéditos.

Coas que pasan.

Este minirelato lo escribí para el grupo de Facebook Los libros de la brujita y su calero dinámico. Tenía que  constar de entre 250 y 300 palabras e incluir "Petróleo, fanfarrón y puñetazo". 18/6/2020


#Medio 291 palabras incluido el título.

Cosas que pasan.

Siempre he sido un fanfarrón, me he pasado con mi amor hacia mi Porsche, a pesar de que consumió las reservas de petróleo de todo oriente medio. Por eso me sentó como un puñetazo en la boca del estómago el verlo amontonado con otros de su categoría en aquel desguace.

Todo comenzó cuando iba camino de mi empresa, paré en un semáforo y a mi derecha se detuvo un descapotable rosa chicle conducido por una fémina despampanante de ojos claros y pelo multicolor que me guiñó el ojo. Lo tenía claro. Le había gustado. Conduje tras ella deseoso de probar su cuerpo. Cada vez que me dirigía la mirada en cada parada realizada por las señales de tráfico, suponía un aumento en mi riego sanguíneo que se acumulaba en mi miembro. Llegamos a una casa nada modesta, aparcamos en la entrada y se bajó del coche. Me hizo señas con el dedo para que me acercase a ella y, a punto de tomar contacto físico, huyó de mí meneando el trasero y, consciente de mi lujuriosa mirada, se dio una palmada en las nalgas. La seguí hasta la entrada y allí nos besamos para entrar y subir a su habitación. Estando en la cama desnudos, y saboreándonos mutuamente, oí el inconfundible motor de mi Porsche. Me sobresalté y dejé mi deliciosa labor con brusquedad para asomarme por la ventana.

Mi mujer me dirigió una sonrisa malévola y se llevó mi coche chirriando rueda y dejando una estela de humo tras ella. Minutos más tarde, recibí en el móvil una ubicación y pedí un taxi. Y aquí me encuentro, en este desguace, jodido por lo de mi coche y por no haber podido rematar la faena con la fémina.

Quien fue a Sevilla...

Este microrelato lo escribí para el grupo de Facebook "Los libros de la brujita y su caldero dinámico". Si pensáis que el nombre es muy guay, o todo lo contrario, os diré que fui yo quien inventó el nombre. La dueña de dicha página escogió este de entre varios que propuse. Me sentí como un cura en los tiempos del franquismo, Ja, ja, ja. El relato había que hacerlo de no más de cien palabras a partir de la imagen que ilustra la entrada. 11/6/2020


#Txiki

Quien fue a Sevilla...

Para la raza humana han pasado miles de años, para otras apenas un suspiro...

—¿Cómo les ha dado tiempo de construir una carretera alrededor de donde planté las posaderas? Únicamente he ido a mear. Bueno, que les den, ese es mi sitio y allá voy. ¡A tomar por culo los diminutos estos!

Misterya.

Este micro relato lo realicé para el grupo de Facebook LiterFantasy. Se trataba de explicar un lugar o persona que se llamase "Misterya". La imagen la incluí por aquello de lo visual. 17/6/2020

#creativoLITERFANTASY

Misterya fue fiel a generaciones de reinas, reyes y a la soberanía del pueblo tras su alzamiento. La región del Mist ha sido siempre un hervidero de nobles con ansias de poder en el que se apuñalaban los unos a los otros para derrocar a cualquiera que ostentase el trono. Fué con la aparición de las religiones de los elementos cuando el pueblo pudo adquirir el poder necesario para lograr vencer a las huestes de los nobles del Mist. Ella fue la que trajo desde los confines del mundo a los monjes del aire, tierra, agua, vida y muerte para poner fin a la rueda de violencia y muerte que giraba en el lugar. Estaba cansada de salvaguardar la integridad de intolerantes que la trataban como a un arma de guerra siempre en beneficio de propio y en detrimento de sus semejantes. Ella estaba cansada de combatir cuando no era más que una yegua blanca como la nieve. Un inofensivo animal que solo quería vivir en paz. Aunque tenía la maldición o bendición de poseer la mente de un humano superior y la capacidad de transformarse en humanoides de distinto tamaño y fortaleza. Ella era Misterya.

 


miércoles, 3 de junio de 2020

Tras la cuarentena.

Os dejo este relato que realicé para un reto del grupo de Facebook LLEC, donde teníamos que narrar el primer día del fin de la cuarentena por el COVID19. 31/3/2020

#retodia1


Tras la cuarentena.

Y llegó la hora de salir. Al abrir el portal y pisar la acera, se me llenan los ojos de lágrimas que recorren mi rostro, puta alergia. Me dispongo a bajar la calle en pos de pedir cita en mi centro de salud para que mi médico de cabecera me recete algo para la conjuntiviyis de caballo que tengo. Entro en el ambulatorio, me quito las gafas de sol, saco el número y me siento en la sala de espera.
Observo alucinado cómo un hombre de mediana edad despotrica de los médicos a causa del retraso en su turno. Otro le da la razón aprovechando para despreciar su trabajo.
Trato de entender como la gente ha pasado de aplaudirles a enfadarse con ellos. Toso por culpa de mi propia saliva y una mujer mayor se percata de mi dolencia y grita endiabladamente a la par que me da paraguazos en la cabeza. ¡¡¡Un infectado!!! ¡¡¡nos va a matar a todos!!! Salgo por patas y doy un paseo por el centro.
La calle no está tan llena como esperaba, pero las cafeterías están abarrotadas, en las tiendas no cabe un alma y los bares han tenido que habilitar las aceras para ampliar el negocio: mientras en las puertas hay mayores jugando al dominó y a las cartas en el suelo (tipo picnic), hay gente haciendo cola para entrar.
Llegando a mi casa, veo que el dueño de un bar sale a la calle, coloca un cartel, se abalanzan sobre el hombre y lo linchan. Me quedo petrificado. Cuando lo dejan en paz van calle abajo y se reparten por las colas de los otros bares. Me dirijo jacia el hombre malherido y veo el cartel: "No queda vino ni cerveza".
Tras llamar a una ambulancia y en espera de que venga, los curiosos vuelven a criticar a la sanidad por la tardanza. A los veinte minutos llegan y se llevan al hombre.
Una vez en casa reflexiono conmigo mismo. "Tenía razón, nadie ha aprendido nada de la cuarentena".

Sinceridad de enamorado.

Este poema de verso libre fue el segundo reto del grupo de Facebook, LLEC, en el que participé. Había que elaborarlo a partir de una imagen elegida previamente mediante un número elegido sin saber de qué trataba el reto ni dicha imagen. 19/1/2020
#retodulce


Sinceridad de enamorado.

Te como la nariz
y tu te descojonas,
pero no lo hago por que sí,
es que huele a pedo de mona.
Se que te encanta reír,
y a mí que lo hagas en mi boca,
pero te lo tengo que decir:
el pozo te huele a retrete de foca.
En este tren que nos lleva a Madrid
cada asiento y agarre está pegajoso.
Igual que el pañuelo donde te sonaste los mocos.
Ese donde debiste insistir,
ya que me he comido el más gordo.

Mi relación en tres actos: flechazo, convivencia y despedida.

Este es el primer relatito con el que participé en el grupo de Facebook LLEC. Había que elaborarlo con unas palabras elegidas antes de saber de qué se trataba el reto. Las palabras eran Castañas y hoja caduca.8/11/2019.
#retootoño

Mi relación en tres actos: flechazo, convivencia y despedida.
Nos conocimos en la biblioteca, yo leía a Miguel ángel Rodríguez ”el Sevilla” y ella a Paulo Coelho. Ella hizo un paréntesis para beber agua y, al levantarse de la silla, miré hacia ella y nuestros ojos se encontraron. Apenas fue un instante tímido que dio paso a otro y, más tarde, a otro más. Desconcentrado por su presencia y tras caérseme “Memorias de un homo-erectus” al cambiar de postura, decidí irme a mi casa. Salí a la calle pensando en volver para hablar con ella, me di la vuelta y allí estaba. Se sobresaltó tanto al ver que me seguía que se le cayeron los libros que había seleccionado: uno de Miguel de Unamuno, la Biblia, el Kamasutra y el que leía de Coelho. Me agaché a la vez que ella para ayudarla y nuestras cabezas chocaron con tan mala suerte que me partió la ceja. Ella se ofreció a limpiarme la sangre y curarme. Después, una cosa llevó a la otra y acabamos con la lengua de uno en la boca del otro en un banco del parque. A los pocos días ya nos habíamos unido carnalmente y a la semana ya lo habíamos experimentado todo.
Nuestra relación se ha basado en el sexo, la lectura y los viajes. Si íbamos al campo, leíamos y teníamos sexo. Si íbamos a la playa, leíamos y teníamos sexo. Si íbamos a un duelo, le dábamos el pésame a los familiares del difunto y a la vuelta leíamos y teníamos sexo. A pesar de que pudiese parecer monótono no lo era, pues entre sexo y libro hablábamos sobre nuestras lecturas y cuando nos aburríamos volvíamos con el sexo.
En unos años, conseguí trabajo como bibliotecario y ella montó una librería. Nos iba bien la vida y nos casamos. Convivimos varios años más sin ninguna pelea, ni una discusión ni una palabra subida de tono. Bueno… en la cama sí. Sólo rompían la monotonía las distintas visitas al hospital por accidentes domésticos como: un cuchillo clavado en el dedo gordo del pie, un dedo partido al cerrar un cajón, un huevo (mío) pillado con la tapa de un piano…
Pasaron unos años más y, aunque congeniábamos a la perfección, acabamos cansados el uno del otro, sentíamos que nos estábamos perdiendo algo de la vida. Entonces pensamos en separarnos y conocer gente nueva, pero antes decidimos hacer un último viaje como despedida.
Era verano, fuimos a Málaga y, como de costumbre: libro y sexo y después del sexo, pues, otro libro, con la diferencia de que a ella se le ocurrió hacer algo atrevido. Accedí y allí nos encontrábamos: en lo alto de un puente con los pies amarrados a una cuerda rodeado de gente que nos animaba a saltar. Saltamos, la adrenalina nos hizo flipar, y, cuando dejamos de rebotar, nos sentimos cual HOJA CADUCA mecida por el viento. ¡Oh¡!Qué bonito hubiese sido! Aunque fue más bonito aún. Nos dimos tales CASTAÑAS contra el suelo que la muerte nos unió para siempre.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Amor de padre y madre


Buenas, aunque quiero mantener el anonimato necesito contar mi historia. Tengo cuarenta y cinco años y ni mi mujer ni yo somos fértiles. Teníamos muchísimas ganas de ser padres y hace tres conseguimos adoptar a una niña de seis años. Entonces  fue maravilloso, hasta que hace poco nos dimos cuenta de un pequeño detalle: la niña es una funcionaria de cuarenta y tres años con enanismo. No, no penséis que somos gilipollas, pero la ilusión de tener el cariño de una hija hizo que pasáramos por alto los ínfimos rasgos de su madurez, como por ejemplo: los pelos rasurados de su bigote…. ¡Cómo pinchada la jodía al darnos el beso de buenas noches!
Recuerdo los primeros días en casa, jugábamos con ella, le dábamos de comer e intentábamos enseñarle el idioma con libros infantiles. Después de cenar la acostábamos en la cama y en cuanto nos íbamos lloraba dando unos sollozos muy fuertes, pero al entrar en el dormitorio para atenderla se hacía la dura y fingía que no le pasaba nada. Al irnos, volvía a sollozar hasta que se quedaba dormida. Sí, pobrecita… Cuando mi mujer abrió los ojos descubrimos que le había robado el consolador a su madre, bueno, uno de ellos. Porque si llega a robarle el favorito la descubre al momento.
Recuerdo su primea navidad con nosotros. ¡Qué guapa estaba vestida de duendecilla, cómo le gustaban los polvorones y cómo le gustaba tocar la botella de anís del mono! Ni mi mujer ni yo bebíamos… todavía no sé quién la vaciaba. En esas fechas fuimos al centro comercial. Estábamos muy ilusionados porque íbamos a darle una sorpresa y a ella se la veía muy feliz porque era la primera vez que veía tantos adornos y luces de colores. La sorpresa era que viese a Santa Claus, pero, cuando estaba en sus rodillas, la sorpresa se la llevó él… le tiró los tejos. Y no creáis que fue sutil, no: le hizo un gesto lascivo con la lengua. Nosotros pensamos entonces que estaba pidiéndole un bastón de caramelo, pero no era de caramelo el bastón que quería.
El día de noche buena hizo un frío atroz, le llevó mi mujer una manta y no entendimos lo que dijo, todavía no sabía hablar el idioma, o eso pensábamos, sólo alcanzó a entender la palabra vodka. Y sería por el amor de padre y madre pero pensamos que era alguna palabra de su Rusia natal, al igual que pasó cuando escribió la carta para los Reyes Magos y les pidió una cachimba. Al poco tiempo recibió un paquete de su país: eran pastillas. Tampoco sabíamos que eran, así que contactamos con un profesor de ruso para que nos tradujese el prospecto y que nos dijera qué significaba la palabra cachimba. No nos aclaró nada, tras oír nuestra pregunta y leer el prospecto nos dijo que éramos gilipollas y se fue descojonándose de nosotros. A la niña le compramos una tablet para que utilizase el traductor de google, pero la palabra cachimba no la traducía. Por aquello la cambiamos a un colegio más caro, para que aprendiese a hablar cuanto antes y saber de sus necesidades. Ahora sabemos que cachimba es cachimba y que las pastillas eran anticonceptivas.
El día de reyes fue toda una sorpresa para todos, ya que vinieron de visita unos amigos suyos del orfanato. Se lo pasaron a lo grande, estuvieron todo el día jugando y cuando se fueron se llevaron todos sus juguetes. Pili dijo que no le importaba compartirlos, que ella nos tenía a nosotros y ellos a nadie. Se nos enterneció el corazón y les enviamos más juguetes… y al año siguiente lo mismo, pero este no le vamos a regalar nada, no. ¡Ya está bien!, que se los compre ella que para eso son sus nietos.
Al principio comía muy bien, le dábamos a probar y toleraba nuestra gastronomía hasta que a las pocas semanas después del episodio de no entender sus palabras le dimos brócoli por primera vez. “¡Esto se lo va a comer tu puta madre!” nos dijo, nosotros pensamos que en el colegio nuevo no estaba aprendiendo nada bueno, pero claro, como lo primero que se aprende de un idioma son los insultos, pues no le dimos mayor importancia. Otra cosa distinta fue cuando la pillamos conversando a escondidas con alguien por teléfono, ¡Joder que dineral tan bien invertido, qué bien habla la hija de puta! Pensamos que lo hacía a escondidas por pudor a no pronunciar bien el idioma y que quería practicar para agradarnos. Después supimos que hablaba con su novio y con su hijo menor. Veinte años tiene el chiquillo. Insisto en que fue el amor que profesábamos por nuestra hija el que hizo que no nos diésemos cuenta de su suplantación, ni si quiera en su primer baño, que también fue sospechoso, pero como nos habían dicho que estaba muy desarrollada para su edad, pues no nos escandalizamos al verle el matojo. Donde sí pecamos de padres primerizos fue al verle la cicatriz de la cesárea… y una frase, impronunciable, tatuada en ruso. Claro si llegamos a saber lo que significaba la habríamos descubierto enseguida. Ponía algo así como… pasar por el talego te hace dura comiendo conejo. También recuerdo aquellos felices días cuando nos pedía dinero para chucherías, sobre todo cigarrillos de chocolate… más tarde supimos que efectivamente eran cigarrillos de chocolate, pero se los compraba a un camello.
Cuando se es padre se empieza a leer libros sobre los niños y su comportamiento y esto ayudó a nuestra hija a pasar desapercibida. Leímos que los niños imitan a los adultos… ¡Y cómo imitaba la hija de puta! cada vez que nos invitaban los amigos a almorzar, hacía sobremesa hasta con copa y puro... Mi mejor amigo aún la echa mucho de menos… le recomendaba unos licores exquisitos. Si estás leyendo esto, Pili, por favor, ponte en contacto con él. El palillo de dientes tampoco lo perdonaba, se tiraba hasta la hora de la merienda con él en la boca. Lo desechaba cuando mi mujer le traía el café sólo con magdalenas, no quería otra cosa a esa hora.
Recuerdo un día, ya hablaba decentemente, tras llegar del colegio, que nos preguntó si era cierto que el ratoncito Pérez daba cinco euros por cada diente. Le dijimos que sí... y nos salió la broma por ciento sesenta euros, hasta las muelas del juicio tenía la prótesis. Menos mal que no le dijeron que eran veinte. Al día siguiente volvió a dejar la dentadura postiza en la almohada y le escribimos una nota que decía: “Usted ya ha agotado el cómputo de piezas dentales fijados por la normativa y al señor Pérez lo han despedido por no poder llevarse tal cantidad de piezas dentales. Por lo tanto, no volverá a visitarla”. Después de leer la nota, nos comió la cabeza con no sé qué historias de derechos laborales. Pobre cría, cómo le tenían comido el coco aquellos comunistas, o eso pensamos entonces. Porque también poco a poco y con sus discursos nos fue convenciendo de que tenía derecho a una mejor paga y se puso en doscientos euros semanales.
En el orfanato nos dijeron que era una niña muy inteligente y muy adelantada para su edad. Entonces, como cualquier padre haría, quisimos aprovechar su talento y potenciarlo, pero la verdad es que no era para tanto, las declaraciones de la renta le salían todas a pagar. Y encima nos cobraba por hacerlas, aparte de su paga, por supuesto, aunque se nos fue de las manos, tengo que reconocerlo. Se hizo una nómina con todas las deducciones y se afilió a la seguridad social. Contrato por obra y servicio. La hija de puta, pensaba abandonarnos en cuanto cumpliera con su propósito. Será desagradecida, quería sacarnos el dinero después de las veces que la hemos cuidado, las veces que la hemos bañado, que la hemos limpiado, oye, ¡que se hacía caca encima para llamar la atención! y encima nos escupía en la cara el puré de zanahoria. Todavía recuerdo cuando nos llamaron del colegio porque les robaba el bocadillo a los niños y el dinero a los profesores. Cómo le gustaba llamar la atención a la jodía. Después nos enteramos de que acabó vendiéndoles crack a los profesores. Se ve que consiguió tejer una red de niños que los acosaba y, claro, ella estaba allí para ayudarlos a salir del agujero… aunque los metía en otro.
Ya no puedo seguir fingiendo más. Yo me di cuenta de la farsa mucho antes, cuando caí en el vicio del tabaco y ella me inició en el mundo de la maría enseñándome a liar unos porros impresionantes. Lo dejé pasar, por el cariño que le profesaba. Mi mujer tardó algo más en quitarse la venda de los ojos, exactamente el día que nos pilló colocados de crack y la enana me cabalgaba como una loca, la hija de puta me había echado burundanga en el colacao, de no ser así no hubiese sido capaz de sucumbir a sus deseos. En ese mismo momento, mi mujer la echó de casa y, tras abofetearme, registró su habitación en busca de evidencias. Encontró  maría, hachís, crack, la dichosa cachimba y el consolador. Además de una caja fuerte, que no logró abrir, y varios fajos de billetes, en total unos cuarenta mil euros que iba guardando con la paga, las declaraciones de la renta y con el trapicheo de los profesores. Yo sigo teniendo confuso aquel día por toda aquella mierda que consumí y sé lo que pasó por que me lo contó mi mujer. Actualmente, mi hija, enana o lo que sea, vive en nuestra casa, la utiliza como local de distribución de narcóticos y nos tiene una habitación alquilada a mi mujer y a mí. No sé cómo lo hizo pero nos enredó con los papeles y lo perdimos todo. Así que cuidado con el instinto paternal y maternal. Mirad lo que ha sido de nosotros.
Ahora que lo pienso, debimos habernos dado cuenta de que algo raro pasaba el día que la sacamos del orfanato, cuando la niña se despidió con un corte de mangas y los funcionarios gritaron eufóricos mientras se abrazaban y daban saltos de alegría.

jueves, 12 de septiembre de 2019

El resto

Era día de cobro en un pequeño pueblo. Los pensionistas hacían cola esperando a que abrieran la sucursal. Al llegar la hora, el vigilante habilitado para esos días hizo pasar a los clientes. Pasado unos diez minutos entraron cuatro encapuchados, armados con escopetas de caza y vestidos con monos de soldador, gritando que se tumbaran todos en el suelo mientras apuntaban a tres jubilados y uno se dirigía hacia el encargado de la caja. El guarda de seguridad, que se encontraba en la oficina del director, se acercó pistola en mano haciéndose el valiente y recibió un disparo en la pierna antes de poder decir palabra. “El que nos lleve la contraria correrá la misma suerte” gritó el asesino. El encargado de la caja se asustó al ver el disparo e hizo lo que le ordenaron sin rechistar, pero con torpeza por los nervios. El director accionó la alarma que lejos de espantar a los atracadores reaccionaron dirigiéndose hacia él con decisión. “¿Cómo sabéis que he sido yo?” balbuceó antes de morir. El pánico cundía en la sucursal mientras, en la trastienda,  el empleado sacaba el dinero de la caja fuerte y lo repartía en cuatro bolsas de deporte tras romper las cámaras de seguridad por orden del atracador. Cuando oyeron las sirenas de la guardia civil emprendieron la huida sin más complicaciones.
A la semana siguiente, el hijo de uno de los jubilados fue a la sucursal con una autorización para cobrar la pensión en nombre de su padre. Se dirigió al empleado que obedeció a los atracadores y, después de cobrar, comentó el atraco.

–Menuda faena lo de la semana pasada, mi padre sigue con el susto en el cuerpo.

–Yo tampoco me he repuesto del todo respondió con total serenidad.

–Es una pena lo del director y lo del guarda de seguridad.

–Si… es una pena.

Deberían haberse quedado quietos, total por un dinero que iba a reponer el seguro no merece la pena jugarse la vida.

Por eso mismo obedecí sin rechistar.

Menos mal que los han capturado. ¿Es cierto que consiguieron esconder una parte del botín? Lo dice el periódico.

Eso parece, las cuentas no cuadran.

También dice que los detuvieron con las cuatro bolsas con dinero a partes iguales. No es lógico que faltase dinero.

Cierto, yo mismo hice el reparto. ocultó una sonrisa echando la vista a unos papeles que ordenaba en un cajón Vaya usted a saber que hicieron con el resto del dinero.

Bueno, me alegro de que esté usted bien, espero que siga bien y sin más sustos.

Se lo agradezco, y gracias por seguir confiando en nosotros.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Después de muerto.

Despertó de su tumba con sed de venganza, cuando logró sacar la cabeza de la húmeda tierra, se topó con la bota de su asesino que, mirándolo a los ojos, se la aplastó desparramando sus sesos.

-Han merecido la pena estos veinte años de espera, no deberías haberme dicho que volverías del infierno para matarme.

miércoles, 20 de junio de 2018

Con la ropa ensangrentada


Se pasó el día con la ropa ensangrentada, el cuchillo entraba y salía de aquel cuerpo sin ninguna piedad ni remordimiento. Tampoco pensaba en nada, estaba tan concentrado en los cortes que realizaba como un cirujano lo está en quirófano. Para su sorpresa, le gustaba lo que estaba haciendo. Pensaba que quizás se había convertido en un psicópata por disfrutar de ello, pero, aún sin haber terminado su cometido, deseaba volver a repetirlo. Se sentía feliz, tenía una sonrisa de oreja a oreja que muy pocos tenían en su misma situación. Le aterraba la idea de que su madre se enterase que su hijo disfrutaba acuchillando y mutilando, no sabía cómo reaccionaría. Se volvió a centrar en cómo el filo de aquel cuchillo rebanaba sin apenas hacer esfuerzo y se dio cuenta que disfrutaría más con música de fondo. Hizo una pausa, se lavó las manos a conciencia y cogió su teléfono móvil para poner una lista de reproducción de música clásica, volvió a la tarea. La hoja se deslizaba al son de la “Danza macabra” de Saint-Saëns y sí, estaba en lo cierto, era mucho mejor despiezar con música. Cuando terminó, convencido de volver tras su primer día en la empresa cárnica, no podía dejar de pensar en aquello que había hecho durante todo el día. Salió a dar un paseo para despejar su mente y, al llegar a un parque, centró su mirada en una joven, entrada en carnes, que leía un libro sentada en un banco. No pudo evitar pensar en lo mucho que disfrutaría despiezándola.
La invitó a cenar… Y aceptó.

jueves, 14 de junio de 2018

Morir por su maldita bocaza


El sol no tenía piedad cuando más alto brillaba, la tierra ardía y los matorrales que sobrevivían a los pies del salón pedían a gritos un poco de agua. El pequeño Tommy, un grandullón de barba negra y espesa que no soltaba el puro ni para beber whisky, esperaba la llegada del aspirante a sustituir al fallecido sheriff, Tommy lo había acribillado a tiros ante la mirada del pueblo al salir del banco tras apropiarse del contenido de la caja fuerte. Los habitantes se quedaron enmudecidos menos el ingenuo e impulsivo Connor, quien lo desafió para evitar que siguiese haciendo fechorías. La banda de Tommy apostaba sobre en qué parte del cuerpo del joven se alojaría la bala de su jefe y uno de ellos bajó los ánimos al comentar la posibilidad de que no acudiese al duelo.  Estaba equivocado, el joven Connor apareció con la cabeza muy alta y acompañado por tres de sus amigos, unos chicos delgados con ropas humildes que se les notaba que estaban igual de aterrados que el inexperto pistolero. Los vecinos, que esperaban dentro de sus casas, salieron para arroparlo ante su más que posible muerte. El joven se fijó en que faltaban bastantes hombres: el dueño del salón, el director del banco, el anciano del colmado, el herrero… Los pistoleros se colocaron en sus puestos, las manos esperaban la orden de dispar. Tommy esperaba inmóvil con una sonrisa en sus labios sin dejar de soltar el puro mientras a Connor le caían gotas de sudor por la barbilla, los segundos se le hacían eternos, sabía que iba a morir por su maldita bocaza, pero debía hacerlo. Tommy desenfundó y una docena de rifles tirotearon a la panda de bandidos hasta que acabaron en el suelo a la espera de un sepulturero. Los hombres que Connor echaba en falta entre la multitud estaban tras las armas que le salvaron la vida. Hombres que no iban a permitir que, además de robarles asiduamente, mataran al hijo de su antiguo sheriff.

jueves, 7 de junio de 2018

Diferente

La chaqueta delataba su poca cultura en el caprichoso mundo de la moda. No sabía combina prendas ni colores, su peinado desfasado provocaba murmullos a sus espaldas cuando  recorría la mesa del catering en busca de un sándwich de mortadela y esperaba a un camarero que llevara un refresco de naranja. Todos los demás bebían champán o vino, pero él detestaba el alcohol, cosa por la que también desentonaba en aquel ambiente. Era un ignorante de la alta sociedad y de los protocolos que allí se hacían evidentes. En aquel mundo no encajaba, pero allí estaba, codeándose con millonarios por herencia, actores y músicos reconocidos, escritores de categoría y empresarios de alto nivel. Todo lo que cuchicheaban a su alrededor le daba exactamente igual, él se estaba convirtiendo en uno más de ellos, aunque no lo pretendía. Con el tiempo podría pasar desapercibido, siendo mucho más rápido con dinero, cosa que ganaba en cada milésima de segundo que alguien pulsaba el “play” en uno de sus videos caseros en los que hablaba sobre su vida y que compartía en las redes sociales. El mismo motivo por el que mucha de aquella gente que le rodeaba hablaba con desprecio de él, era el mismo por el que tenía millones de reproducciones en internet que le estaban abriendo las puertas a una vida de lujo. Era diferente de los demás.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Ven la vida pasar

Desde hace tantos años que ni los recuerdan, ven la vida pasar desde el mismo sitio. Desde allí arriba ven cada amanecer en los que siempre está presente el sol, eternamente fuerte e impecable, dándoles desesperanza día a día. Ven cómo su entorno cambia, donde no había más que tierra muerta van creciendo pequeños matorrales, ven cómo cambia el terreno a medida que las inclemencias del tiempo hacen mella en él, como donde había miles de hectáreas de pura naturaleza ahora no hay más que hormigón coloreado, hierros móviles y humo, humo y más humo. Ven cómo a su alrededor se acumulan gigantescos montes de basura que, como poco, les impiden la visión. Ven cómo van siendo arrinconadas hasta que quedan reducidas a la mínima expresión. Y ven su propia muerte, porque ellas también mueren, enterradas en desechos, de pena al verse desnudas sin su vida natural abrigándolas y quemadas a manos del hombre por placer o para enterrarlas en más hormigón coloreado y chatarra móvil. Pero cuidado, porque ellas resucitarán y temblarán derribando lo que tengan encima, se abrirán para engullir los escombros y, de las grietas, brotarán ríos de lava que desharán todo lo que las destruyó. Ese día comenzará un nuevo ciclo donde lo primero que verán serán las cicatrices que cubrirán sus nuevos abrigos naturales.

miércoles, 23 de mayo de 2018

La protectora

El silencio era sepulcral, la noche fría y húmeda, el sonar de las pisadas sobre las hojas secas la delataba hasta que al llegar al pasillo principal, se detuvo para quedarse inmóvil. Rodeada de blancas tumbas, una ligera ráfaga de viento hizo bambolear la túnica negra encapuchada que vestía. Comenzó a oír el cantar de un grillo, el aleteo de un pájaro y, muy a lo lejos, el maullar de unos gatos que salieron huyendo. Esa fue su alarma, echó a correr hacia la iglesia a la vez que sacaba de su gabardina unos crucifijos plateados que empuñados por el centro prolongaban sus puños en cuchillos afilados. Entró derribando la puerta con el hombro y rodó para detenerse con una rodilla hincada en el suelo quedando nuevamente inmóvil. Miró hacia el altar, faltaba la imagen que lo adornaba y al fin lo vio, era un hombre inmenso y muy pálido, que con el torso desnudo, ascendía a la segunda planta de palcos por la pared principal como si fuese un perro corriendo por el campo teniendo en su poder lo que le faltaba para demostrar su valía. Ella no lo podía permitir y subió saltando sobre un banco, un confesionario, sobre la balaustrada de la primera planta y, enganchando los crucifijos al forjado superior, se impulsó hacia arriba para  acabar en los asientos de la segunda planta. Continuó la persecución en las escaleras de la torre, donde consiguió alcanzarlo en el campanario abalanzándose sobre sus espaldas. Éste se la quitó de encima de un empujón que la hizo rodar separándose unos metros y se miraron a los ojos por un instante. La bestia tenía los ojos de un gato y una dentadura terrorífica que  mostró antes de saltar sobre ella dispuesto a morderla salvajemente, cuando estuvo a punto de conseguirlo le salió de la nuca un crucifijo plateado. Ella se incorporó quitándose de encima a la bestia, recogió del suelo la estatuilla y la colocó en su sitio diciendo: ”Se acabó el trabajo por hoy”.

jueves, 17 de mayo de 2018

El agente Hernández

Corrían como lobos tras su presa varios agentes de paisano que trataban de detener al asesino del capirote. Estando a punto de atraparlo, el asesino entró en una iglesia donde había cientos de cofrades a punto de salir en procesión. Los agentes no tenían nada que hacer, el asesino estaba oculto entre demasiada gente encapuchada y no podían hacer nada sin montar un escándalo. Al agente Hernández poco le importaban las normas, realizó tres disparos al aire y gritó: “¡Policía, todo el mundo al suelo y descubríos el rostro!”. En un silencio sepulcral, en el que sólo se oían golpes de rodilla contra el suelo y cirios cayendo, destacó el inconfundible chirrido de una puerta que finalmente dio un portazo. Los agentes corrieron, atravesaron la puerta trasera de la iglesia y continuaron tras el asesino. El agente Hernández no iba de los primeros, pero veía al delincuente. Este corría y corría, no podía más y repitió la misma jugada, entró en otra iglesia donde la vestimenta era parecida  a la de su cofradía. Esta vez el agente Hernández no formó un escándalo ni alarmó a nadie, ordenó a sus compañeros que impidieran la salida a cualquier persona mientras llegaban los refuerzos. Él entró y, con toda la tranquilidad del mundo y concentrado en buscar una aguja en el pajar, se dedicó a pasearse entre la gente de punta a punta de la iglesia sin dejar de atender a su alrededor. El asesino no aparecía, había dado varias vueltas y no lo encontraba,  se fijó en que el manto de la virgen se bamboleaba ligeramente y subió a comprobarlo, un hermano que daba los últimos retoques a la Virgen intentó detenerlo, pero lo dejó al ver su placa. Hernández entró en el manto, tras apenas un minuto salió con un corte aparatoso en la mejilla y la mano derecha ensangrentada. “Tened cuidado ahí dentro, hay un saliente cortante en el soporte de la tela”. Al llegar los refuerzos fueron evacuando poco a poco la iglesia hasta quedar completamente vacía. No había rastro del asesino. Los agentes volvieron a comisaría, dieron el operativo por fracasado y por huido al asesino.

Tras llevarse una reprimenda por parte del comisario, el agente Hernández fue a que le cosieran la herida y volvió a casa a darse una ducha. A altas horas de la madrugada, se despertó con un pálpito y volvió a la iglesia. Ya no quedaba nadie, se coló forzando la cerradura, la Virgen esperaba a que la volviesen a poner en su sitio y Hernández subió al trono, se acercó a ella, miró alrededor para asegurarse de que no hubiese nadie, levantó el manto y dijo: “Míralo por el lado bueno, has tenido un funeral por todo lo alto. A ver qué hago ahora contigo, no me llevaré una medalla, pero viviré tranquilo sabiendo que no volverás a matar”.

jueves, 10 de mayo de 2018

Animales salvajes.

Contemplaron el cielo estrellado, fue en el claro de un bosque alejado de la civilización el día de su octavo aniversario como pareja. Habían cenado en un restaurante de postín y se deleitaban de la escena tras haber hecho el amor.

–Gracias por traerme aquí, hoy has hecho que vea las estrellas más de una vez, ji, ji, ji.
–Me alegra que te haya gustado, la verdad es que pensaba que no se vería tan bien, la luz de las ciudades ocultan este espectáculo.

–Sí, ha merecido la pena venir al fin del mundo, pero tengo miedo, ¿y si nos ataca algún animal?

–No te preocupes, me he informado y en esta zona no hay animales peligrosos.

Al cabo de media hora oyeron unas motos acercándose, pararon a escasos metros de su ubicación. Los motoristas, eran tres, se bajaron sin quitarse el casco y empuñando una cadena, un bate de béisbol y una navaja respectivamente, sin decir palabra, la emprendieron a golpes con la pareja, que aún seguía desnuda. A Francis le golpeó el del bate y a Alem el de la cadena, el tercero miraba y se recreaba con los gritos de dolor. Alem se revolvió y consiguió agarrar la cadena forcejeando con su agresor consiguiendo arrebatarle el arma, lo golpeó dispuesto a matarlo y, aunque sólo lo tiró al suelo, se fue directo a defender a su amada. Mientras atacaba al del bate, el de la navaja se la clavó en la parte de atrás del muslo. Cayó al suelo. Francis lloraba por su dolor y por Alem, quien mientras se retorcía en el suelo de dolor, maldecía a los motoristas. Con Alem fuera de juego y Francis paralizada de terror, los agresores se convirtieron también en violadores. Cuando se cansaron de aquellos dos cuerpos inocentes, humillados y apaleados, el de la navaja les marcó la cara con ella y se dirigieron a las motos.

–¿Por qué nos habéis hecho esto?

Al responder, reconoció la voz del guarda forestal que le indicó el sitio.

–Por ser negras y bolleras.

jueves, 26 de abril de 2018

Para que nadie la pise


Era un día soleado de primavera, las flores lucían colores vivos y el verde de las plantas estaba en todo su esplendor. Clara quedó con su amiga Julia en el Parque de la Paloma, famoso por el gran chorro de agua de unos ocho metros de altura que anuncia el gran lago artificial, por su belleza y por la cantidad de animales que habitan en él, gallinas con sus crías, conejos, tortugas, patos, gaviotas y un montón de palomas, además de otras pocas especies. Mientras esperaba, dio un pequeño paseo entre los puestos, que ese fin de semana se situaban alrededor de la fuente principal. Había bastante tránsito de gente y en un claro, y por casualidad, vio algo diminuto moverse. No lo perdió de vista mientras se acercaba. «¡Qué tortuguita tan bonita! Te recogeré para que nadie te pise». Pensó Clara. Cuando se encontró con su amiga se la enseñó y le comentó el cariño que en ese poco rato sentía por el animal, pero debía dejarla en libertad para que viviera feliz con los suyos, así que se dispuso a dejarla en el lago con las demás tortugas mayores.

–Vaya, está muy alto, han bajado el nivel del agua para limpiar el fondo por aquel lado. –dijo Clara.

–No te preocupes, apenas es metro y medio, no le va a pasar nada.

–Bueno amiguita, ve con tu familia. ¡Una, dos y tres! Allá va… ¡Ay, no se mueve, venga amiguita nada!

–Creo que se ha muerto… Clara, ahí vienen dos patos, ¡se la van a comer! –alertó Julia.

–¡Iros patos malos! ¡Venga amiguita, muévete por favor!... No, no, no… Ay, no.

sábado, 21 de abril de 2018

Enterrados en la nieve


El alud había cubierto por completo la lujosa y solitaria cabaña de madera. Aquella zona estaba incomunicada y los servicios de emergencias tardarían en llegar. Los vecinos sabían que al menos había tres personas atrapadas y por eso excavaban ellos mismos para intentar rescatar a sus vecinos, si es que la casa había soportado el peso y el impacto de la nieve. Dieron con la chimenea metálica de la vivienda de dos plantas, estaba retorcida, pero por la altura parecía que la casa seguía en pie, así que decidieron cortarla para intentar hablar con los habitantes. Cuando lo consiguieron, nadie respondía y a los cuatro vecinos les pareció extraño, ya que estaban convencidos de haber visto a dos mujeres y un hombre aquella misma mañana, pocas horas antes del alud. Excavaron hasta el tejado y decidieron hacer un agujero. Uno de los vecinos trajo un hacha con el que cortaba la leña y comenzó a golpear con vigor. Abrió un pequeño agujero y cuando paró a descansar, oyeron unos pasos. Fue entonces cuando confirmaron que había al menos una persona dentro. Gritaron a través del orificio sin obtener respuesta. Otro vecino agarró el hacha y terminó de agrandar el agujero hasta que cupiera una persona. Fue ese mismo vecino el que descendió de un salto en la cabaña, linterna en mano, al ser el más joven.

-¡Aquí todo está bien, no veo a nadie en esta planta! ¡Bajaré a ver si encuentro a alguien!

Pasado unos minutos decidieron descender todos juntos al no responder el primero en hacerlo. Mientras, las dos mujeres enderezaban el trozo de chimenea cortada que clavarían en la nieve y le colgarían una chaqueta roja para que los servicios de emergencias la vieran. El vecino restante, un señor mayor, fue a por una escalera para descender. Bajaron uno tras otro adentrándose en la oscuridad que iluminaban con linternas.

Cuando los servicios de emergencias lograron llegar, encontrando la chaqueta, se acercaron y vieron un rastro de sangre colina abajo. Dos guardias civiles siguieron el rastro y otros dos se adentraron en la casa mientras los bomberos y los médicos esperaban fuera.

Se adentraron en la oscuridad. Al bajar a la primera planta sacaron sus armas y les quitaron el seguro a la vez que echaban a temblar, vieron varios cuerpos sin vida, con visibles ataques de un hacha que se encontraba clavada en la espalda del hombre muerto situado al pie de la escalera. Tras confirmar la muerte de dos mujeres y un hombre, encontraron el acceso a un sótano, al que entraron cuidadosamente. Allí la escena era aún más atroz, en el centro de la sala estaba el cuerpo de un joven decapitado, frente las escaleras dos mujeres desnudas pendían de la pared encadenadas y visiblemente torturadas hasta la muerte.

Fuera, los dos guardias civiles continuaban rastreando las marcas en la nieve, que ya no tenía sangre. Al ser alertados por sus compañeros, habían desenfundado sus armas y aceleraron el ritmo. A los pocos minutos se detuvieron ante el gran acantilado al que habían llegado y donde se perdía el rastro. Miraron hacia abajo.

-Va a costar mucho recuperar el cuerpo de ese desgraciado.

sábado, 14 de abril de 2018

Lo que me dijo el vidente


No podía dormir, lo que me dijo aquel vidente me dio que pensar. Oí unos gatos que parecían huir, el sonido de una lata siendo pateada y, a continuación, el frenazo brusco de un coche que chocó contra algo que rompió cristales. Me asomé por la ventana enrejada y un hombre yacía encima del capó del coche con la cabeza dentro de la luna delantera. El conductor, presa del pánico, salió corriendo calle arriba y decidí socorrer al atropellado. Bajé las escaleras mientras llamaba a emergencias, salí y, mientras me acercaba, vi que el cuerpo ya no estaba. A lo lejos seguía huyendo el conductor, cuando apareció una bestia peluda de la nada y se abalanzó sobre él directo a la yugular. Tras llenarse el estómago, la bestia se percató de mi presencia y corrió hacia mí. Los diez metros que recorrí a toda prisa se me hicieron eternos y, aunque a punto estuvo de alcanzarme, pude entrar en la casa gracias a que me dejé abierta la puerta blindada. El gran lobo golpeaba la puerta con fiereza, subí a mi habitación y miré por la ventana,  ahí estaba el lobo cogiendo impulso para dar una nueva embestida, finalmente se cansó y se puso a rondar la casa mientras enseñaba los dientes. Todo volvía a estar en silencio, el peligro había pasado y me sobresalté al oír trastos cayendo en la planta baja, me acerqué con cautela cogiendo una espada roma que adornaba el pasillo superior. A medida que me acercaba pude escuchar el torpe andar de uno pasos arrastrados hasta que lo vi, era el hombre atropellado. Con la cara deformada y ensangrentada, me miró a los ojos y corrió escaleras arriba como si tuviera un demonio dentro, conseguí meterme en el baño, pero la puerta no lo detuvo del todo. Comenzó a golpearla, yo la sujetaba desde dentro hasta que rompió un trozo por donde metió la parte superior de su cuerpo intentando agarrarme con los brazos. Le di con la espada hasta partírselos, aunque los seguía moviendo al libre albedrío, y continué golpeándolo en la cabeza hasta que le destrocé el cráneo haciendo que el arma penetrara en su cerebro. El silencio no cesó pues la bestia volvió a golpear la puerta principal alertado por el ruido. Salí como pude del baño y, manchado de sesos y sangre, me dirigí hacia la cocina a por el cuchillo más grande que tenía entonces. Antes de que pudiera romper la puerta, la abrí del todo escondiéndome detrás de ella quedando entre la puerta y la pared del pasillo. El gigantesco lobo entró hasta el salón destrozándolo todo, al darse la vuelta, me vio entre los veinte centímetros que me delataban y atacó sin piedad, su cabeza era demasiado grande y apenas pudo meter el hocico en mi precaria guarida, a la segunda embestida le clavé el cuchillo en la frente quedando inmóvil en el suelo. Entonces pensé: “Al final tenía razón el vidente, este año haré reformas en casa”.