
-¡Aquí todo está bien, no veo a nadie en esta
planta! ¡Bajaré a ver si encuentro a alguien!
Pasado unos minutos decidieron descender todos
juntos al no responder el primero en hacerlo. Mientras, las dos mujeres enderezaban
el trozo de chimenea cortada que clavarían en la nieve y le colgarían una chaqueta
roja para que los servicios de emergencias la vieran. El vecino restante, un
señor mayor, fue a por una escalera para descender. Bajaron uno tras otro adentrándose
en la oscuridad que iluminaban con linternas.
Cuando los servicios de emergencias lograron llegar,
encontrando la chaqueta, se acercaron y vieron un rastro de sangre colina abajo.
Dos guardias civiles siguieron el rastro y otros dos se adentraron en la casa
mientras los bomberos y los médicos esperaban fuera.
Se adentraron en la oscuridad. Al bajar a la primera
planta sacaron sus armas y les quitaron el seguro a la vez que echaban a
temblar, vieron varios cuerpos sin vida, con visibles ataques de un hacha que
se encontraba clavada en la espalda del hombre muerto situado al pie de la
escalera. Tras confirmar la muerte de dos mujeres y un hombre, encontraron el
acceso a un sótano, al que entraron cuidadosamente. Allí la escena era aún más
atroz, en el centro de la sala estaba el cuerpo de un joven decapitado, frente
las escaleras dos mujeres desnudas pendían de la pared encadenadas y
visiblemente torturadas hasta la muerte.
Fuera, los dos guardias civiles continuaban rastreando
las marcas en la nieve, que ya no tenía sangre. Al ser alertados por sus
compañeros, habían desenfundado sus armas y aceleraron el ritmo. A los pocos
minutos se detuvieron ante el gran acantilado al que habían llegado y donde se
perdía el rastro. Miraron hacia abajo.
-Va a costar mucho recuperar el cuerpo de ese
desgraciado.
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