jueves, 22 de marzo de 2018

Hoy se va a acabar todo


Es de noche, al salir de la oficina atravieso la solitaria calle con la serenidad que tiene un demente a punto de cometer un crimen. Como un estúpido voy andando a paso ligero hacia mi casa con la única compañía del vaho que sale por mi boca en cada respiración. Pienso en el cabrón de mi jefe que no me paga las horas extra, en el dinero que me quita el gobierno cuando apenas llego a fin de mes, en cómo voy a pagar la universidad de mis hijos. Pero sobre todo pienso en mi mujer, esa desgraciada que me trae por el camino de la amargura con sus caprichitos. Con cada paso que doy más me enfurezco, creo que no seré capaz de controlarme y voy a cometer una locura. Sin darme cuenta he llegado a mi portal y lo tengo decidido, aunque eche por tierra lo poco que he conseguido, hoy se va a acabar todo. Subo por el ascensor, el primer paso de mi nueva vida. Entro por la puerta sin decir nada, mi mujer está en la cocina, y sin más miramientos me dirijo hacia allí directo a por mi objetivo. Con desesperación me acerco gritando: “¡A tomar por culo la dieta!”. Y cojo un trozo de pastel de chocolate de mis hijos para devorarlo mientras mi mujer no para de reír a carcajadas.

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