Desperté con una resaca de pelotas, jodido Obi Wan, ¡vaya
sitio al que me llevó!, ¡qué Gyn-tonic más malo servían! Aún sigo sin
recordarlo. Creo que estuve bien jodido, la única imagen nítida que tengo es la
de un enano vestido de flamenca bailando reguetón. ¡Reguetón! ¿Estamos locos?
En fin, que tuve que ir tras la pista del hombre Lobo de la Moraleja hecho
polvo.
Para acceder a la urbanización no tuve más que presentar mi
documentación. El ricachón que me facilitó toda la información había comunicado
a seguridad que iría un periodista a realizarle una entrevista sobre su pasado
como militar. No querían que le tomasen por un loco. El hombre había estado
escuchando aullidos durante meses, lo habían comunicado varios vecinos a la
policía, pero solo él había visto a la bestia correr con un gato entre sus
fauces.
Me abrió la puerta Mariano Cortés, el ricachón, llevaba una bata corta que dejaba ver sus canillas. ¡Vaya asco de tío! parecía un gorrión. Sus huesudas piernas contrastaban con un cuerpo grande, fuerte y una gran barriga cervecera acumulada durante años.
—Pasa, no te esperaba tan pronto, me dice. ¡Las una del mediodía!, y yo que pensaba que llegaba tarde.
Entré y lo primero que vi fueron
estanterías llenas de libros, tanto antiguos como nuevos. Se quitó la bata y me
hizo pasar a su despacho. Le seguí sin poder evitar mirar sus nalgas
colganderas bamboleándose en calzoncillos, era hipnotizante. Al llegar, vuelven
a destacar los libros. Eché un pequeño vistazo y todos eran de leyendas
antiguas, sobre todo de licántropos. Comencé a sospechar que estaba un poco
tarumba, pero lo que encontré más adelante no me dejó lugar a dudas. Antes de
ponernos con los detalles de la búsqueda me pidió amablemente que le ayudase
con un asunto. Le pregunté de qué se trataba y me hizo pasar a un cuarto tras
una de las librerías. Cuando vi la estantería abrirse me entró el canguelo,
pero yo tenía que seguir con el asunto para no perder mi prestigio, si es que
lo tuve.
Nada más entrar vi a un jodido hombre-lobo olisqueando un
enorme hueso de vaca encerrado en una jaula. No me dio mucho miedo, tenía las garras
vendadas y un vozal puesto, además movía
el rabo de un lado para otro en señal de que le caía bien. Al verlo, Mariano me
explicó que lo que quería conseguir era una mujer-loba para criar bebes-lobitos.
Por supuesto me negué a semejante tropelía, pero antes quise saber por qué
tenía las manos vendadas si estaba enjaulado. A lo que me respondió que le
destrozaba la espalda en las noches de luna llena. ¡Era increíble, encima de
tenerlo enjaulado abusaba de él! ¿O era Mariano el abusado? En cualquier caso,
tras negarme a la cría ilegal de engendros, soltó a la bestia para que saciara
su sed de sangre. Y la sació, ahí dejé a la bestia cebándose con Mariano.
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