lunes, 6 de septiembre de 2021

Don Quijote, doña Inés y las cosas del querer. 10/5/2020

Este relato lo creé después del reto de las cajas de LLEC, en el que unía las tres escenas míticas de "Don quijote", "Don Juan Tenorio" y "El Resplandor". Creo que lo publiqué en mi muro. 

Don Quijote, doña Inés y las cosas del querer. 10/5/2020
 
—¡Déjame Sancho, no es más que un obstáculo en el camino!
—Pero, señor de la Mancha, ¿no ve que se trata de un convento? ¡Por lo menos entre por la puerta, no por el muro más alto!
***
—Don Juan, está aquí el señor de la Mancha, querrá ver a su hija —dijo la madre superiora.
—¡Qué cabeza más dura!
pues el mensaje que le envié
 no dejaba dudas
de su bienestar y mi buen hacer.
—¿Qué le dijiste? —preguntó Inés.
—Que su niña estaba protegida
bajo mi espada y gallardía.
Que a su a gloriosa hija
con mi vida protegería.
Que estaría bien servida
y cada noche guarecida.
Oh, ¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más la luna brilla
y no se caga el ruiseñor?
—¿Seguro que era así? —interrumpió la madre superiora.
—No me cortes que pierdo el hilo… Ah, sí.
¿Que entre estos olivares
se comen el polen los animales
y tú te sientes mejor?
Dadme pues vuestro amor,
que tanto aliento me dio
para fortalecer mi valor.
— Oye, Juan, mira, que sí.
Que te voy a coger en el catre
y te voy dejar para el arrastre.
 ¿Qué hacemos con mi padre?
¡Coño!, ya se me ha pegado el verso.
—Hacedle pasar. Vayamos a parlamentar.
—No sé si estará en condiciones, se ha dado un trompazo contra la fachada que por poco inventa el moonwalker.
La madre superiora abrió la puerta y don Quijote se abalanzó sobre ella apartándola y asestándole a Juan sendo revés de muñeca que le juntó las orejas por detrás y la boca se la puso en el cogote. Inés huyó de su padre entrando en el baño y cerrando el postigo.
—¡Sal de ahí, maldita furcia, me has deshonrado! —gritaba el Quijote asestando golpes con la imagen de hierro de la Virgen que agarró por el pasillo.
—¿Qué hago ahora? no tengo nada con que defenderme.
Don Quijote logró malograr la puerta y asomar la cabeza. En ese instante se encontró con la tapa del excusado en las narices.
—¡Ostias, qué bien respiro!
Tras arreglarle el desvío del tabique nasal volvió a golpearle, pero esta vez lo dejó sin incisivos.
—Señor de la Mancha, por favor, déjelo ya, que como su mujer se entere de que decapita a su hija le manda a dormir al sofá.
—Tienes razón, Sancho, podrías haber empezado por ahí.





No hay comentarios:

Publicar un comentario