miércoles, 20 de junio de 2018

Con la ropa ensangrentada


Se pasó el día con la ropa ensangrentada, el cuchillo entraba y salía de aquel cuerpo sin ninguna piedad ni remordimiento. Tampoco pensaba en nada, estaba tan concentrado en los cortes que realizaba como un cirujano lo está en quirófano. Para su sorpresa, le gustaba lo que estaba haciendo. Pensaba que quizás se había convertido en un psicópata por disfrutar de ello, pero, aún sin haber terminado su cometido, deseaba volver a repetirlo. Se sentía feliz, tenía una sonrisa de oreja a oreja que muy pocos tenían en su misma situación. Le aterraba la idea de que su madre se enterase que su hijo disfrutaba acuchillando y mutilando, no sabía cómo reaccionaría. Se volvió a centrar en cómo el filo de aquel cuchillo rebanaba sin apenas hacer esfuerzo y se dio cuenta que disfrutaría más con música de fondo. Hizo una pausa, se lavó las manos a conciencia y cogió su teléfono móvil para poner una lista de reproducción de música clásica, volvió a la tarea. La hoja se deslizaba al son de la “Danza macabra” de Saint-Saëns y sí, estaba en lo cierto, era mucho mejor despiezar con música. Cuando terminó, convencido de volver tras su primer día en la empresa cárnica, no podía dejar de pensar en aquello que había hecho durante todo el día. Salió a dar un paseo para despejar su mente y, al llegar a un parque, centró su mirada en una joven, entrada en carnes, que leía un libro sentada en un banco. No pudo evitar pensar en lo mucho que disfrutaría despiezándola.
La invitó a cenar… Y aceptó.

jueves, 14 de junio de 2018

Morir por su maldita bocaza


El sol no tenía piedad cuando más alto brillaba, la tierra ardía y los matorrales que sobrevivían a los pies del salón pedían a gritos un poco de agua. El pequeño Tommy, un grandullón de barba negra y espesa que no soltaba el puro ni para beber whisky, esperaba la llegada del aspirante a sustituir al fallecido sheriff, Tommy lo había acribillado a tiros ante la mirada del pueblo al salir del banco tras apropiarse del contenido de la caja fuerte. Los habitantes se quedaron enmudecidos menos el ingenuo e impulsivo Connor, quien lo desafió para evitar que siguiese haciendo fechorías. La banda de Tommy apostaba sobre en qué parte del cuerpo del joven se alojaría la bala de su jefe y uno de ellos bajó los ánimos al comentar la posibilidad de que no acudiese al duelo.  Estaba equivocado, el joven Connor apareció con la cabeza muy alta y acompañado por tres de sus amigos, unos chicos delgados con ropas humildes que se les notaba que estaban igual de aterrados que el inexperto pistolero. Los vecinos, que esperaban dentro de sus casas, salieron para arroparlo ante su más que posible muerte. El joven se fijó en que faltaban bastantes hombres: el dueño del salón, el director del banco, el anciano del colmado, el herrero… Los pistoleros se colocaron en sus puestos, las manos esperaban la orden de dispar. Tommy esperaba inmóvil con una sonrisa en sus labios sin dejar de soltar el puro mientras a Connor le caían gotas de sudor por la barbilla, los segundos se le hacían eternos, sabía que iba a morir por su maldita bocaza, pero debía hacerlo. Tommy desenfundó y una docena de rifles tirotearon a la panda de bandidos hasta que acabaron en el suelo a la espera de un sepulturero. Los hombres que Connor echaba en falta entre la multitud estaban tras las armas que le salvaron la vida. Hombres que no iban a permitir que, además de robarles asiduamente, mataran al hijo de su antiguo sheriff.

jueves, 7 de junio de 2018

Diferente

La chaqueta delataba su poca cultura en el caprichoso mundo de la moda. No sabía combina prendas ni colores, su peinado desfasado provocaba murmullos a sus espaldas cuando  recorría la mesa del catering en busca de un sándwich de mortadela y esperaba a un camarero que llevara un refresco de naranja. Todos los demás bebían champán o vino, pero él detestaba el alcohol, cosa por la que también desentonaba en aquel ambiente. Era un ignorante de la alta sociedad y de los protocolos que allí se hacían evidentes. En aquel mundo no encajaba, pero allí estaba, codeándose con millonarios por herencia, actores y músicos reconocidos, escritores de categoría y empresarios de alto nivel. Todo lo que cuchicheaban a su alrededor le daba exactamente igual, él se estaba convirtiendo en uno más de ellos, aunque no lo pretendía. Con el tiempo podría pasar desapercibido, siendo mucho más rápido con dinero, cosa que ganaba en cada milésima de segundo que alguien pulsaba el “play” en uno de sus videos caseros en los que hablaba sobre su vida y que compartía en las redes sociales. El mismo motivo por el que mucha de aquella gente que le rodeaba hablaba con desprecio de él, era el mismo por el que tenía millones de reproducciones en internet que le estaban abriendo las puertas a una vida de lujo. Era diferente de los demás.