Cada mañana me levanto, desayuno con los peques y aprovecho su estado de semiinconsciencia matutina para hacer las camas y poner una lavadora.
Día 1. En el lavadero, recojo los trapos del día anterior y observo a un hombre en camiseta de tirantas azul, sentado debajo de un techo metálico disfrutando del frescor mañanero en su azotea. Por la pose diría que está viendo una serie o película en el portátil.
Día 8 (Una semana después). En las mismas circunstancias vuelvo a ver a ese vecino lejano en la misma postura y con la misma ropa.
Día 9. 9:00 Esto parece la película “El día de la marmota”. Me quedo observando durante unos minutos y “el señor mimo” no mueve ni un músculo.
20:00 Me asomo con el fresco de la tarde y ahí está. Observo nuevamente para comprobar que se trata de un ser humano vivo y no de una “disecación pos mortem”. Efectivamente, realiza un ligero y suave movimiento que me confirma su vitalidad.
22:30 Tiendo una nueva remesa de trapos húmedos. Ya no está el tipo o se mimetiza con la oscuridad nocturna.
Día 10. El tío se pega todo el día allí sentado. Sobre las 19:00 vuelve mi mujer de trabajar y le comento el suceso. “No estará muy bien. Pobrecillo”.
Día 11. Míralo otra vez, no puede ser. Busco el móvil y le hecho una foto para comentarlo en Facebook. Está muy lejos y no se aprecia en la foto. Hago zoom en la pantalla y ¡voila! Claramente se trata de un jodido poster a tamaño natural. Si lo se le hago una foto antes.